Hay un tipo de cansancio que no se va con dormir más horas.
Ese que está instalado tan profundo que ya ni lo registrás.
Ese que hace que te despiertes... y ya estés agotada.
¿Cuándo fue la última vez que te despertaste realmente descansada?
No hablo de abrir los ojos porque sonó la alarma.
Tampoco de levantarte porque "hay que seguir".
Hablo de despertar sintiendo que tu cuerpo descansó de verdad.
Que algo adentro tuyo se reparó mientras dormías.
Quizás no te acordás.
Porque aunque te acuestes temprano...
Aunque duermas tus 7 u 8 horas...
Seguís cansada.
Y no es solo el cuerpo.
Es algo más profundo.
Esa sensación de que nunca terminás de recargar.
De que siempre te falta energía.
De que tu sistema nunca baja del todo la guardia.
Ya ni sabés cómo se siente estar realmente descansada.
Y lo peor es que te acostumbraste.
A funcionar así.
A sostener así.
A vivir con ese cansancio de fondo que ya ni registrás.
Dormir no es lo mismo que descansar
Puede sonar raro.
Pero no es lo mismo.
Podés dormir 8 horas...
Y despertar con la mandíbula apretada.
Con los hombros tensos.
Con la sensación de que estuviste trabajando toda la noche.
Porque tu cuerpo no descansó.
Aunque hayas dormido.
El sueño profundo, ese que repara, que sana, que te devuelve a vos...
No llega si tu sistema nervioso no puede soltar.
Y acá viene lo que casi nunca se dice:
Tu cuerpo no descansa si no siente que puede bajar la guardia.
Si durante el día vivís en tensión constante...
Si no parás nunca...
Si tu mente sigue a mil aunque te acuestes...
Tu sistema nervioso llega a la noche agotado, sí.
Pero también sobre-activado.
Y un cuerpo sobre-activado no puede entrar en sueño profundo.
Entonces cerrás los ojos...
Pero seguís sosteniendo.
Anticipando.
Resolviendo cosas en tu cabeza.
Y al otro día te despertás...
Cansada.
Otra vez.
Las señales de que tu cuerpo no está descansando de verdad
A veces es tan sutil que ni te das cuenta.
Porque ya te acostumbraste.
Pero tu cuerpo te lo viene diciendo hace rato:
Te despertás cansada, como si no hubieras dormido.
Necesitás café para poder arrancar el día.
Te cuesta concentrarte, la mente está nublada.
Estás más irritable, más sensible.
Te enfermás seguido, tu sistema inmune está bajo.
No tenés ganas de nada, porque no hay energía de reserva.
Apretás la mandíbula mientras dormís.
Te despertás a la madrugada y te cuesta volver a dormirte.
Y lo más difícil...
Ya ni sabés si esto es normal.
Si todas se sienten así.
Si es parte de ser adulta, de tener responsabilidades.
Pero no.
No es normal.
Es tu cuerpo pidiéndote algo que no le estás dando:
Descanso real.
El descanso empieza mucho antes de acostarte
Esto es lo que cambió todo para mí.
Entender que el descanso no empieza cuando me acuesto.
Empieza mucho antes.
En cómo transito el día.
En si paro o no paro.
En si me permito bajar el ritmo o vivo a mil hasta el último minuto.
Porque si vivís en tensión todo el día...
Si no te das ni una pausa...
Si tu mente nunca descansa...
Tu cuerpo llega a la noche exhausto, pero también alerta.
Y entonces no puede soltar.
Por eso no alcanza con "dormir más horas".
Necesitás enseñarle a tu cuerpo que puede bajar la guardia.
Que no pasa nada si suelta.
Que está a salvo.
Que puede descansar de verdad.
Y eso... se entrena.
Un ritual para volver al descanso profundo
No hace falta que hagas todo perfecto.
Ni que cambies tu vida entera de un día para el otro.
A veces alcanza con un gesto.
Con una pausa.
Con darte permiso.
Te comparto lo que a mí me ayudó...
Y lo que acompaño en las guías de "Mientras me encuentro".
Podés probarlo esta noche.
O cuando sientas que tu cuerpo lo necesita.
Apagá las pantallas un rato antes
No tiene que ser una hora.
Puede ser 20 minutos.
Pero dale a tu cerebro la señal de que el día está terminando.
Que no hay más urgencias.
Que puede empezar a bajar.
La luz de las pantallas le dice a tu cuerpo "seguí alerta".
Y vos necesitás lo contrario.
Creá un cierre del día
Tu cerebro necesita saber que el día terminó.
Que no hay más para resolver.
Que ahora viene el descanso.
Puede ser algo simple:
Una ducha tibia.
Una infusión caliente.
Escribir tres cosas del día (sin juicio, solo registrar).
Ponerte ropa específica para dormir.
Lo que sea.
Pero que sea tuyo.
Y que lo repitas todas las noches.
Así tu cuerpo lo registra y aprende:
"Ah... esto significa que puedo soltar".
Relajación desde el cuerpo
A veces la mente no puede parar.
Pero el cuerpo sí puede aprender.
Acostada en tu cama...
Empezá por los pies.
Tensá los músculos de los pies durante 5 segundos.
Y después soltá.
Sentí cómo se aflojan.
Seguí subiendo:
Piernas... abdomen... pecho... brazos... hombros... mandíbula.
Tensión... y soltar.
Tensión... y soltar.
Esto le enseña a tu cuerpo la diferencia entre sostener y descansar.
Y sobre todo...
Le da permiso de soltar.
Respirá para bajar
La respiración es el puente entre tu mente y tu cuerpo.
Probá esto:
Inhalá por la nariz contando hasta 4.
Sostené el aire contando hasta 7.
Exhalá despacio por la boca contando hasta 8.
Tres veces.
No hace falta más.
Esto le dice a tu sistema nervioso:
"Estamos a salvo. Podemos descansar".
Cuando el insomnio habla de algo más profundo
A veces el tema no es solo "dormir mejor".
Hay algo más.
Emociones que no pudiste procesar durante el día...
Y salen de noche.
Ansiedad que se activa apenas te acostás.
Pensamientos que no paran de dar vueltas.
Un sistema nervioso tan desregulado que ya no sabe cómo calmarse.
Las Flores de Bach pueden acompañarte muchísimo:
White Chestnut cuando los pensamientos no paran.
Rock Rose cuando hay ansiedad nocturna, miedo a no poder dormir.
Impatiens cuando estás inquieta, no podés quedarte quieta.
Vervain cuando tu mente está sobre-estimulada y no para.
Y si sentís que tu cuerpo ya no sabe cómo descansar...
Una sesión biocuántica puede ayudarte a liberar las tensiones que quedaron guardadas.
Y a re-educar tu sistema nervioso para que vuelva a confiar.
Un último susurro antes de que cierres los ojos
Descansar no es un lujo.
No es algo que "podés hacer cuando tengas tiempo".
Es una necesidad.
Es tu derecho.
Es parte de cuidarte.
Y aunque vivamos en un mundo que te dice "seguí, seguí, no pares"...
Tu cuerpo necesita que pares.
Que le des permiso de soltar.
Que confíes en que puede repararse.
Y eso empieza con una noche.
Con un gesto.
Con una decisión:
"Hoy me permito descansar de verdad".
Bienvenida al descanso que tu cuerpo estaba esperando.
Bienvenida a dormir profundo.
Si querés profundizar en tu descanso
Un recorrido completo de 5 paradas para reconectar con tu cuerpo, que incluye un módulo completo sobre descanso reparador y regulación del sueño.
→ Conocé el programa completo: Mientras me encuentro
Un recorrido de transformación profunda con acompañamiento personalizado para calmar tu sistema nervioso y reconectar con tu esencia.
→ Anotate para los talleres gratuitos
Espacios de encuentro donde trabajamos juntas con herramientas concretas para habitar el cuerpo, soltar tensiones y volver al presente.
→ Agenda una sesión personalizada
Si sentís que el insomnio tiene raíces más profundas, si hay emociones guardadas que no te dejan descansar, puedo acompañarte.
Con Flores de Bach o sesiones biocuánticas, armamos juntas el camino para que tu cuerpo vuelva a confiar.